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Cabecera Me Viene A La Memoria

Un año sin Sara

Si hay algo que no puede escapar a la memoria de infinidad de españoles es el nombre de Sara Montiel. Desde hace un año, ella ya no es portadora de constantes noticias, como lo fue hasta el momento de su adiós. Ya sólo es un recuerdo pero que permanece.

La constantes inclusiones de sus películas en las distintas cadenas de televisión hacen que no pensemos en la ausencia de Sara Montiel, pero ya se ha cumplido un año desde que no está entre nosotros.

Igual que Don Quijote era manchega y tan universal como el ingenioso hidalgo al que Cervantes dio vida. La diferencia es que Sara Montiel no fue fruto de la fantasía ni la imaginación de nadie. Ella existió y perteneció a este mundo, en el que estuvo instalada 85 años, hasta el 8 de abril del año que nos precede en que nos dejó de forma inesperada. Desde ese 8 de abril su nombre se ha unido al de los inmortales de los que cada país tiene un ramillete. Con la desaparición de la Montiel, los que hemos crecido paralelos al crecimiento de su popularidad, y en general todos los españoles, es como si hubiéramos perdido una parte de nosotros mismos, tal era el sentido que teníamos sobre la propiedad de sus canciones y de la propia artista: era nuestra Sara.

Una Sara (Sarita entonces) ante la que México y Hollywood se rindieron tanto desde la industria cinematográfica como por parte de sus componentes, muchos de ellos tan admirados en todo el mundo. En bloque la adoptaron como una compañera y le brindaron la oportunidad de ponerse ante las cámaras junto a los actores y directores de mayor reconocimiento (Gary Cooper, Burt Lancaster, Joan Fontaine, Mario Lanza, Vincent Price, Cesar Romero, Ernest Borgnine, Charles Bronson… Robert Aldrich, Samuel Fuller o Anthony Mann) además de numerosas amistades entre los profesionales de la interpretación como Marlon Brando, James Dean, Elizabeth Taylor, Joan Fontaine… Quienes posteriormente han hecho el mismo recorrido desde el empobrecido y tendencioso cine español hacia América, deberán tener siempre presente que fue ella la que inició el camino consiguiendo llegar con éxito al destino pretendido y dejando las puertas abiertas a quienes de sus sucesores lo merecieran. Y ahora que tanto se habla de la marca España quede claro que durante muchos años fue ella, Sara, quien mejor la vendió desde su belleza, su sensualidad y su trabajo, además de defenderla y alabarla como corresponde a quien se arrogue como embajador.

Sin embargo, a pesar del éxito, de las ofertas de trabajo, de las amistades y hasta por razones de matrimonio, Sara Montiel no terminó de decidirse por la permanencia definitiva en los Estados Unidos y regresó a España donde, con anterioridad a ser descubierta por Hollywood, ya había tenido sus escarceos con el cine aunque no fuera en papeles protagonistas, pero sí lo suficientemente representativos para que productores y directores supieran quién era. Y surgió esa oportunidad a la que aspiran todos los artistas; una oportunidad llamada en este caso “El último cuplé”. Fue, en 1957, como si recibiera la alternativa por parte de Raquel Meller que por aquél entonces se retiraba definitivamente de la escena. La aparición de Sara Montiel como cantante, suponía la continuación del cuplé.

Los que en 1957 andábamos por la adolescencia, el fenómeno de ”El último cuplé” es algo que, en principio, nos trajo sin cuidado ya que su temática no nos interesaba y las canciones pertenecían en su totalidad a éxitos de otros cincuenta años atrás. Es decir, los tiempos del cuplé. No obstante, eran temas que conocíamos, por haberlos escuchado en la voz de algún familiar aficionado al gorgorito y la de Lilian de Celis, en el programa de radio “Aquellos tiempos del cuplé” que tanta audiencia acaparó durante las temporadas en que se emitió.

Así y todo y ante la persistencia del éxito y los múltiples comentarios favorables, la mayoría acabamos asistiendo a la proyección de la película protagonizada por Sara Montiel. Hasta la aceptamos de buen grado a pesar de nuestra postura supuestamente progresista como correspondía a la edad en que nos desenvolvíamos. Después la hemos vuelto a ver, con cierta complacencia, la infinidad de veces que ha sido programada en televisión hasta el extremo de considerar que su música forma parte de nuestra juventud y por tanto de nuestras vidas. Porque nos la sabemos de memoria. Y son canciones que, en su mayoría, han cumplido el siglo.

El argumento, sobre la triste historia de la que fue famosa cupletista, María Lujan, venida a menos, etc., no lo voy a contar, porque está presente en la memoria de todos, pero sí algún detalle sobre el proyecto cinematográfico de Juan de Orduña. El director de “Locura de amor” en la que también intervino Sara Montiel, se las vio y deseó para terminar “El último cuplé” por una continua falta de presupuesto, y al final, eran tan pocas las esperanzas sobre el resultado económico que vendió la película por sólo tres millones y medio de pesetas, una cifra que posteriormente se multiplicaría varias veces. Casi a diario tuvo que ir localizando la financiación, hasta dar por terminado el rodaje y producirse el estreno que convirtió a Sara Montiel en la estrella que ha brillado hasta el último instante de su vida. Orduña apostó por ella y la impuso hasta para cantar, aun careciendo de experiencia, ya que se había pensado en que Concha Piquer la doblara.

“El último cuplé” fue el espaldarazo artístico para la manchega y el primero de una sucesión de éxitos como “La violetera”, “Carmen la de Ronda”, “Mi último tango”, “Pecado de amor”, “La bella Lola” o “La reina del Chantecler”, entre otros títulos que llegaron a los 60 y que convirtieron a María Antonia Alejandra Abad Fernández (lo de Sara fue como homenaje a su abuela materna y Montiel por los quijotescos campos de Montiel en su zona de nacimiento, Campo de Criptana) en el mito nacional y hasta internacional que se convirtió. Hasta el último de sus días y mientras vivan sus contemporáneos en edad y carrera artística, para la memoria de muchos no seguirá sino que sigue siendo la eterna Sarita.

Como detalle anecdótico puedo referir alguna anécdota vivida personalmente donde se refleja la gran generosidad de la artista manchega. Por los años 80 tenía a mi cargo un programa de televisión que se emitía en directo a las 2 de la tarde, con invitados en estudio e información filmada de las comunidades autónomas donde no existía centro de producción, lo que obligaba a que los invitados tuvieran que desplazarse hasta Madrid para ser entrevistados y como es lógico, siéndoles abonados los gastos del desplazamiento y que, como también es lógico, nadie rechazaba. Sobre todo los políticos (alcaldes y diputados autonómicos) que incluso lo reclamaban si veían pasar el tiempo sin que el encargado de producción les hiciera llegar el importe de esos gastos.

Bien, pues no una ni dos, sino bastantes veces en que el programa se presentaba informativamente débil, sin atractivo, recurrí a Sara Montiel (además de algún que otro nombre popular) que siempre era portadora de algo noticioso. Sara vivía entonces en Palma de Mallorca y siempre aceptó la invitación, a pesar de que no precisaba de ningún tipo de promoción. Desde Palma se desplazaba hasta Madrid, con los gastos que de ello se derivan aunque sólo sea por la adquisición del billete, y nunca permitió que Televisión Española le abonara un céntimo. Además llegaba maquillada por lo que ni siquiera precisaba pasar por el departamento correspondiente, ya que su rostro lo retocaba sabiendo la intensidad y la tonalidad que requería según las características de iluminación en el plató donde se realizara la entrevista. Muchas de las actrices actuales, que por supuesto no han alcanzado el grado de estrellas aunque hayan hecho algún que otro pinito laboral en Hollywood, rechazan la invitación para acudir a algún programa televisivo y hasta ponen condiciones si aceptan alguna entrevista. Por eso, entre otras cosas entre las que está no igualarla en belleza, es por lo que nunca alcanzarán la categoría que tuvo Sara Montiel.

Como éste, mil y un detalles más constan en la memoria de quienes la trataron con más o menos intimidad. El público también guarda en su memoria las interpretaciones que constantemente se programan en las diferentes cadenas de televisión. Siempre con un alto índice de aceptación ya que el nombre de Sara Montiel continúa siendo un reclamo. Sobre todo, cuando no hace más que un año desde su adiós definitivo.

Con la conmemoración de este primer aniversario de la falta de Sara, otro nombre se añade al de las faltas ocasionadas por la misma causa, el de Antonio Morales que, bajo el seudónimo de Junior fue uno de los impulsores de la nueva música española. Música que ya se escuchaba por gran parte del mundo y que él, bien con el grupo de Los Brincos o con Juan Pardo, se incorporaron a los nuevos estilos que renovaron e impulsaron nuestra música ligera convirtiéndose en uno de sus principales pioneros.

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