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Cabecera Me Viene A La Memoria

ATAÚLFO ARGENTA IN MEMORIAM

En más de una ocasión he mencionado en este post mi afición por la música, pasión incluso si se trata de música que todos identificamos como clásica. Los comentarios recibidos en esas ocasiones me confirman que muchos de los lectores del post están en mi misma situación de melómanos. Así que para ellos en particular y para todos los lectores en general, vaya mi recuerdo de hoy para quien hace cincuenta años ocupaba el pedestal más alto como director de orquesta.   Porque me viene a la memoria que hace cincuenta años, un 21 de enero, falleció Ataúlfo Argenta. Vaya para él mi homenaje unido al de todos los aficionados a la música


Años antes, al despertarse mi interés por la música, tuve conocimiento de su existencia en mi propia casa ya que mi madre había estudiado con él en el Conservatorio de Madrid. Siempre me comentaba acerca de su gran facilidad en las actividades académicas, especialmente en el piano, y su carácter de líder con respecto al resto de alumnos. Siempre organizando, siempre promoviendo. Casualmente, años más tarde fui compañero de su hijo, Fernando, en Radio Nacional donde dirige y presenta ‘Clásicos populares’ desde hace treinta años, más o menos; sin embargo nunca tuve contacto con él y creo que nunca nos cruzamos siquiera en un pasillo. En organismos con sedes tan grandes y tanto personal esa situación es posible.


Mi madre no sólo fue quien me hizo conocer al personaje, sino quien me inició en su quehacer profesional y artístico llevándome, de pequeño, a los conciertos del Monumental, los domingos por la mañana, donde casi siempre dirigía Ataúlfo Argenta ya que, desde 1948, era el titular de la Orquesta Nacional, cargo en el que sucedió a su fundador, Bartolomé Pérez Casas.


Por entonces ya era grande el prestigio de Argenta, tanto a nivel nacional como en el extranjero. Un prestigio ganado a pulso acompañado, además, de una gran dosis de talento. El natural y el adquirido en sus estudios en Bélgica o en Berlín donde aprendió de eminentes músicos. También divulgó lo aprendido ejerciendo como profesor en el Conservatorio de Kassel (Alemania) donde ganó por oposición la plaza.


La guerra supuso un frenazo  en sus actividades ya que no abundaban los conciertos. Se diría más bien que la cultura musical era escasa, teniendo en cuenta que en el resto de Europa, años después, con la miseria resultante al terminar la II Guerra Mundial, la vida musical era brillante. El pianista y director cántabro, que ya había contraído matrimonio, se ganó en aquellos momentos la vida tocando en teatros y en orquestas de poco fuste hasta que una beca le situó en Alemania donde el director Carl Schuricht le animó a que ejerciera la dirección lo que, a partir de entonces, llevó a cabo en exclusividad abandonando una carrera como concertista de piano en la que había obtenido destacados éxitos.


En la dirección compitió y fue comparado con todos los grandes situándose a la altura de los más importantes directores del momento. Sobre todo a la hora de dirigir música española -sentía predilección por Falla- o a los románticos alemanes. Impulsó el Festival de Santander y el de Granada y acercó la música clásica a todos los públicos apoyándose en la propia música y en su gran carisma personal del que cualquiera era conocedor dada su popularidad. Se ocupó, igualmente, de la zarzuela, grabando, con todos los intérpretes vocales, la práctica totalidad del repertorio y recuperando títulos que habían pasado al olvido. Cuando hoy escuchamos alguna zarzuela por la radio es frecuente escuchar al locutor: ‘dirigida por Ataúlfo Argenta’. También es significativa la grabación realizada por el, con Narciso Yepes, de ‘El concierto de Aranjuez’, considerada como la obra cumbre de Joaquín Rodrigo, que a partir de entonces inició la popularidad de que hoy goza, aunque fue estrenada años antes.


Su entrega a la música y a su difusión le valieron infinidad de reconocimientos en todo el mundo, que aquí fueron, entre otros, la concesión de la Cruz de Isabel la Católica y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, además del nombramiento como miembro de la Academia de Bellas Artes.


Días antes de su fallecimiento, ocurrida en Los Molinos, una pequeña población cercana a Madrid, empuño la batuta para dirigir “‘El Mesías”, de Haendel y recuerdo perfectamente, porque estuve presente, el éxito que consiguió en el Palacio de la Música un viernes y repitió al domingo siguiente en el Monumental. También estuve escuchando a la Orquesta Nacional, unos días después de morir su titular, interpretando, sin director, de pie los músicos y el público, una cantata de Bach. Conservo el programa y si lo busco sabría cuál era, de memoria no. De eso hace cincuenta años pero el recuerdo de Ataúlfo Argenta se mantiene vivo en todos los aficionados a la música.

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