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Cabecera Me Viene A La Memoria

COMO ES UN SANTO CASAMENTERO…

El pasado día 13 se celebró la festividad de San Antonio, fecha en que murió el Santo en Padua, en 1231. Una ocasión para felicitar, aunque con algún día de retraso a todas las Antonias y Antonios seguidores de ‘Mayormente’, pero también para echar mano, como es norma de este post, del recuerdo, evitando que el tiempo, que es oro, se escape. Que me perdonen los lectores de fuera de Madrid, pero es que no sé cómo se celebra esta festividad en otros lugares, ni cómo en ellos, las ‘mocitas’ se encomiendan al santo casamentero.


Por la fecha, supone una especie de despedida a la primavera para entrar de lleno en la época estival. Tiempo de calores a los que combatir con una mayor permanencia en el exterior de unas casas que hace años, carecían de cualquier tipo de comodidad atomosférica; de mayor algarabía callejera, de tardes de toros, tiempo de cañas, de citas y sobre todo, en Madrid, repito, de verbenas. Ya lo recoge el dicho popular: ‘la primera verbena que Dios envía es la de San Antonio de la Florida’.


Es, en efecto, la primera, después vendrán todas seguidas hasta superar el estío. Anteriormente, aunque se trata más que nada de una romería, está San Isidro que, como patrón de Madrid, también se festeja con aires de verbena en la pradera del Santo. La de San Antonio, para no tener que envidiar a los parisinos en cuanto a la fama de la ‘rive gauche’, se celebra en la orilla izquierda del río Manzanares, a la altura de La Bombilla y en las proximidades de la ermita de San Antonio, declarada monumento nacional por el valor artístico de las pinturas que la decoran, realizadas por Francisco de Goya, además de lugar donde reposan los restos del pintor aragonés. Murió en Burdeos pero es en Madrid donde reposa su cuerpo. Algo parecido al santo que la preside que falleció en la italiana Padua, de donde le viene su sobrenombre, pero que era portugués.


En el último medio siglo, pongamos ésta como cifra emblemática para referencia de nuestros recuerdos, han cambiado, entre otras cosas, los ritmos musicales y las bebidas. Los boleros y el schotis se han mutado por el rock, la sangría por el gin tonic, el porrón por el vaso de tubo, el mantón de manila por la minifalda, el pañuelo en la cabeza por el piercing, el clavel por el cigarro, los churros por las patatas light y el organillo por los bafles cargados de decibelios, pero en lo esencial todo sigue como entonces en los merenderos próximos a la érmita. Sobre todo el bullicio y la multitud de féminas, de todas las edades, aunque predominando las que están en edad de merecer, como se decía antes, que acuden para rogar al santo que las encuentre novio con fines matrimoniales. El rito consiste en depositar trece alfileres en la pila de agua bendita o en un cestillo colocado al efecto, e introducir la mano presionando ligeramente. Según la tradición, el número de ellos que se incrusten en las yemas de los dedos o en la palma de la mano será el número de pretendientes. Fueron las antiguas modistillas quienes crearon la liturgia y le eligieron como patrón. La costumbre sigue viva.


Como es lógico, en nuestra veintena de edad, los chicos acudíamos en esta fecha a colaborar con San Antonio, para no dejarle en mal lugar ante las que esperaban el milagro, esforzándonos al máximo para que pudieran apreciar la rapidez del mismo y la eficacia de sus encomiendas  al franciscano santo.


La situación está recogida en el libreto de la zarzuela ‘Luisa Fernanda’: ‘A San Antonio como es un santo casamentero, pidiendo matrimonio le agobian tanto…’


Existe otra tradición, además de las limosnas para el Pan de San Antonio para los pobres, que es encomendarse al Santo para que interceda en la recuperación de objetos perdidos. Entre los milagros relacionados en la ‘Chronica XXIV Generalium’ (núm. 21) se relata el hecho de un novicio que huyó del convento y se llevó un valioso salterio (Libro de los Salmos) que utilizaba San Antonio. El santo oró para que fuera recuperado su libro y el novicio fugitivo regresó al convento a devolverlo.


Patrón de los pobres, de las modistillas, de los viajeros, de los aguadores, de Lisboa, de Padua, de los ancianos, de las embarazadas, de las azafatas… y de las fiestas populares con que Madrid se anticipa al verano. Venga ¡a la verbena!

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