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EL PREMIO CERVANTES

Hace ya unos cuantos días
en que Antonio Gamoneda
se fue hasta Alcalá de Henares,
aunque no fue a por almendras
garrapiñadas, tan dulces,
las que con las muelas
tienes que andar con cuidado
pero, eso sí, están muy buenas,
y que tanta fama han dado
a esa ciudad ya manchega.
Fue a recoger el Cervantes
que un día le concedieran
y que, supongo, no sé,
que el buen hombre lo merezca.

No soy el más indicado
a juzgar obras ajenas,
lo poco que le he leído
son unos cuantos poemas
que me han aburrido mucho;
a otro, quizá, le entretengan.
Yo, que quieren que les diga,
no nací para poeta
aunque cuando iba al colegio
supe de Lope de Vega
de Quevedo y de Gracián,
e incluso, por una apuesta
con compañeros de clase,
en vez de una reprimenda
por algo no muy bien hecho
allí, dentro de la escuela,
conseguí que el profesor,
al que escribí una cuarteta,
nos perdonara la falta;
ya no sé que falta era.

Así que queda bien claro
que yo no soy de poemas,
ni bien escritos ni mal,
aunque eso no concuerda
con lo que ha manifestado
el premiado Gamoneda.

Según él, para escribir
hay que estar siempre a dos velas,
más tieso que la mojama,
no tener ni una peseta
que, por lo visto, así es
el nacer las verdaderas
obras de arte. Surgidas
a causa de la pobreza.

Pues yo le digo al autor
de tan peregrina idea
que está más equivocado
que aquella paloma lela
que en vez del norte fue al sur,
según dijo otro poeta
nacido en Andalucía;
gaditano por más señas,
que lucía una camisa
toda llena de palmeras
y blancos cabellos que
formaban blanca melena,
y al que, por cierto, hace años,
(se dice que fue por pena)
 también le dieron el premio
que ahora han dado a Gamoneda:
el Premio Cervantes que
es el premio de las Letras.

Las escritas, no de cambio,
que pagas aunque no quieras.
Y volviendo al manifiesto
del ínclito Gamoneda
yo opino que escribe bien
quien tiene buena cabeza
y un artístico talento,
sin necesidad que sea
pobre de solemnidad.
Sin ir más lejos, yo mismo,
por no ver causas ajenas,
debería escribir como
el que mejor escribiera
pues lo mío es algo más
que tan sólo un pobre a secas.

Nunca llego a fin de mes
si no es por esas tarjetas
de crédito que da el banco
en donde tienes la cuenta,
que te dejan sacar veinte
y luego cobra cuarenta,
y que sólo están al día
cuando percibes la extra.

No obstante, desde ya mismo,
dejaré de hacer quinielas
y primitivas y lotos,
no sea que, por lo que sea,
me vaya a hacer millonario,
que la suerte es traicionera,
y se me olvide escribir.
Bueno, ¡que ustedes lo vean!

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