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Cabecera Me Viene A La Memoria

LAS BATALLITAS DEL ABUELO

Con frecuencia se leen en esta web textos emocionados o descriptivos de abuelos de reciente cuño o, en otros casos, de expertos avezados en la continuidad de la especie. Yo acabo de debutar en este gremio reservado únicamente, aunque se dan casos precoces, a los habituados a cumplir años. Se admiten comentarios, consejos y sugerencias para ejercer. Con apenas unos días de práctica todavía no sé qué hay que hacer ni como comportarse para no caer en los tópicos, ni en el ridículo, ni exponerme a lo amonestación paterna de que tal acción no debe realizarse. Yo quieto y callado, por si acaso.
 
Tengo que justificar, eso sí, las razones que me llevan a referirme al futuro, que eso es una nieta, en un post que debe hacer mención al pasado y hacer trabajar la memoria para revivir otros tiempos. Así que me iré acomodando a la nueva situación echando mano de mis tiempos de nieto.
 
Lo que más recuerdo de entonces son las comidas de los domingos. Era costumbre ir a comer a casa de los abuelos y pasar con ellos la tarde. Con los maternos, porque los paternos vivían en Zaragoza y los besos para ellos sólo alcanzaban a dos o tres veces al año.
 
Abuela clásica dedicada a sus labores y a las tareas propias de su sexo que es como solía definirse a la mujer de hace unos años. Su casa, sus hijos y sus nietos. Abuelo clásico, con aspecto de abuelo, pelo blanco, andares lentos, bastón en ristre usado más como complemento que como punto de apoyo, impaciente de carácter, etc. Había que ser puntuales para la hora de la comida; de lo contrario había ceño fruncido.
 
- Es que ya sabes, papá, hasta mover a cuatro niños, que si uno se mancha antes de salir y hay que cambiarle, que si…
 
- Pues se levanta uno antes para poder salir antes de casa y llegar a la hora. A comer que ya estará todo frío.
 
Al siguiente domingo otra vez lo mismo. Cuando no era un hijo y su prole, lo era otro. Siempre había un grupo de primos que se retrasaba. Recomendaciones en la comida: así no se coge el cubierto, no se hace ruido comiendo la sopa, la servilleta se usa de esta manera, se pide el agua por favor, los brazos no se apoyan en la mesa, etc, etc. Y por la tarde, mientras hermanos y cuñados hablaban de sus cosas, ración de entretenimiento para los nietos. Mi abuela, yo creo que para alardear de pronunciación, nos hablaba de Zumalacárregui. Mi abuelo, con todos sus ocho nietos rodeándole, nos cantaba canciones que, con el tiempo llegamos a aprender como si fueran los hits del momento, acompañándose a la guitarra. Después el desfile de los ocho nietos por el pasillo y rodeando la mesa del comedor, con el abuelo al frente blandiendo el bastón a modo de sable recordando su profesión militar,  a los acordes surgidos de un gramófono de manivela en el que sonaba lo de “Marchábase el soldado cuando al mozo le salió a despedir”. De ahí viene que me iniciara en el repertorio zarzuelero. Otras veces, mi abuelo se convertía en director de coro y el bastón servía como batuta para dirigir, de nuevo, lo de “vaya con Dios soldadito que a las banderas te vas, yo te prometo y te anuncio que vas a ser general”. En otras ocasiones el abuelo se transformaba en profesor y el bastón hacía de puntero para señalar en un viejo atlas distintos puntos geográficos. Yo no podré hacer lo mismo dado mi total desconocimiento del instrumento de cuerda. Tendré que someterme, simplemente, al interrogatorio de la infancia, la preadolescencia, la adolescencia…


- Abuelo, tío, cuéntame cosas de cuando tú eras pequeño, pero no te las inventes, que sean ‘verdaz’.
 
- Tío es el padre de tu primo y nadie más. No sé de dónde viene esa costumbre de llamar tío a todo el mundo. Pues mira, lo primero, que en el colegio nos enseñaban era a escribir y a hablar bien nuestro idioma, el español. Fue, entonces, cuando aprendí que no se dice ‘verdaz’ ni ‘verdá’, sino verdad.
 
- Pues mi ‘seño’ es como lo dice.
 
- Porque tu ‘seño’, como dices y deberías decir tu profesora, aprendió con la Logse y no se lo enseñaron a decir bien. Atiende. Imagina que verdad está escrito terminado en ‘e’. Verdade. Ahora pronúnciala y cuando llegues a la ‘e’ te callas. Haces como si no existiera, te comes esa ‘e’ para que no suene y te quedas mordiendo un poco la punta de la lengua. Cuando lo hagas unas cuantas veces te saldrá sin ningún esfuerzo y estarán cumpliendo con la obligación que tienes de saber hablar tu idioma. Es lo menos.
 
- Y ¿qué más te enseñaban?
 
- Muchas cosas de las que todavía me acuerdo porque para para pasar de curso había que estudiar, no como ahora que se puede pasar de curso suspendiendo. Por ejemplo los nombres de los reyes godos que eran muchos y te los tenías que aprender: Ataulfo, Recaredo, Wamba, Don Rodrigo… Nuestra Historia de cuando casi todo los países mundo pertenecían a la corona de España, los reyes buenos como los Católicos y los que fueron muy malos como Fernando VII, los ríos que pasan por todas las regiones, quiero decir autonomías que es como se dice ahora. Todos los grandes escritores que hubo en el Siglo de Oro. Y matemáticas, también matemáticas aunque a mí, la verdad,  no se me daban muy bien. Muchas cosas que sirven para hacerse un hombre o una mujer de provecho. Pero también nos enseñaban a obedecer a los padres, a dejar pasar a las señoras primero cuando llegabas a una puerta, a que te levantaras del asiento del tranvía e invitaras a las personas mayores a que lo ocuparan, a querer a nuestra bandera, a no pedir demasiadas cosas a los Reyes Magos para que pudieran tener juguetes para todos los demás niños…
 
- Jo, tío…, yayo…, abuelo, cómo mola. Me lo paso güay con tus batallitas pero te lo estás inventando todo porque son cosas muy raras. Por eso sé que no son ‘verdaz’.

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