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Cabecera Me Viene A La Memoria

PEMAN, LA INJUSTICIA DEL OLVIDO

Cuando comencé a escribir este blog os invité a todos a participar en él con vuestros comentarios o con aportaciones de ideas que nos llevaran a compartir recuerdos, evitando que sean siempre mis propias experiencias las que aquí se expongan. Por mi parte defenderé el tema dentro, naturalmente, de lo que mi memoria pueda alcanzar justificando el título del blog: ‘Me viene a la memoria’. El motivo de hoy, sugerido por un lector habitual, es reivindicar la figura de José María Pemán. Lo hago con enorme satisfacción porque, coincidiendo con el criterio de quien hace la sugerencia, también considero que es injustificado e injusto el olvido al que ha sido sometido el escritor gaditano.


Pemán, tras licenciarse en Derecho, ejerció su profesión como penalista, pero el ejercicio no se prolongó más allá de dos años ya que la literatura tuvo más fuerza que la toga a la hora de decidir cómo ganarse la vida. Su primera inclinación fue hacia la poesía en la que pronto adquirió un notable prestigio que le llevó, con sólo 23 años, a ser elegido miembro de la Academia Hispanoamericana de Cádiz. Un año después contrajo matrimonio con María del Carmen Domecq Rivero con quien tendría familia numerosa. Inmediatamente su firma pasó a ser una de las más destacadas de la prensa española, primero en El Debate donde solía publicar temas típicos de Andalucía y posteriormente en el periódico ABC, entonces monárquico, del que fue colaborador asiduo y desde el que se comprometió con sus ideas tanto monárquicas como católicas de las que nunca se escondió demostrando, al revés que otros contemporáneos suyos, que no fue un autor de ocasión.


Confirma estos principios que en 1932, en el momento de mayor convulsión política y social en España, en plena sucesión de atentados y provocaciones anticatólicas, se atreviera a estrenar ‘El divino impaciente’ en la que dramatizó la vida de San Francisco Javier. A pesar de la situación que en aquellos momentos se vivía, Pemán obtuvo un éxito rotundo y parte del diálogo entre san Ignacio y san Francisco Javier son hoy de amplio conocimiento popular: ‘Javier/ no hay virtud más eminente/ que el hacer sencillamente/ lo que tenemos que hacer./ Cuando es simple la intención/ no nos asombran las cosas/ ni en su mayor perfección./ El encanto de las rosas/ es que siendo tan hermosas/ no conocen lo que son’.


Pemán nos mantuvo largo tiempo ante el televisor para admirar los textos que compuso para ‘El Séneca’, magníficamente interpretado por Antonio Martelo que dio vida a un personaje irónico, sarcástico, lírico,  humano y universal, de cuyo éxito quedó constancia en un sello de correos.


En la universalidad de nuestra lengua, a José María Pemán le fue ncomendada la dirección de la Real Academia Española. El poeta cedió su inspiración para incorporar letra al himno de España y ahí está aunque nunca ha sido oficializada.


Tratándose de una personalidad pública, todo el mundo era consciente de la gran inteligencia que poseía, de su simpatía, su cultura, su gracia andaluza, su facilidad para escribir y su gran capacidad de trabajo. No obstante, personalmente tengo información directa al respecto ya que don José Gil, un sacerdote del Opus Dei
-al que Pemán pertenecía desde  1967- y que durante algún tiempo fue su confesor, entre las charlas que he mantenido con él hablando de si las saetas suenan mejor por siguiriyas o por arqueras y otros aspectos flamencos en los que es una autoridad, siempre tuvo un recuerdo de admiración hacia la calidad humana y la condición moral del escritor al que hoy trata de ignorar esa mayoría  cuyo problema es que no alcanza a comprender unos versos que estén a más altura que los ripios.


Personalmente tengo otro recuerdo que, como aficionado al teatro, es digno de ser apreciado. Ocurrió hace cuarenta años más o menos. Cuatro amigos deliberábamos sobre dónde ir una tarde de domingo. Nos decidimos por el teatro aunque uno de ellos no era partidario y hubo que convencerle. Nunca había asistido a una representación teatral y de ahí su rechazo. Presenciamos ‘Los cuatro etcéteras de don Simón’, de Pemán, naturalmente,  y a partir de ese momento el amigo Luis se hizo adicto al teatro.  El pretender ahora ignorar a Pemán, porque su ‘estilo’ no es lo que se lleva, es ignorar al mismo tiempo el teatro, la poesía , el ensayo y en general la literatura. O sea, la mezquindad producida por el sectarismo y la incultura.

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